Fuimos un grupo de 8 amigos y 5 niños, es una antigua estación de tren reconvertida en casa rural, la verdad es que cuando llegas y ves la estación por fuera dices: donde me he metido? pero entras y la cosa cambia, por dentro está genial, hasta el último detalle, juegos para los niños, etc..y en la parte trasera tiene unas mesas y sillas en lo que era en antiguo andén, las vías ya las han quitado porque están haciendo una vía verde, tiene otra zona cubierta con mesa y bancos y una barbacoa. Lo mejor de todo si vais con niños es que por allí no pasan coches. Y que decir del propietario, un encanto, se portó como si nos conociera de toda la vida, nos invito al museo de maquetas (por favor, no os vayáis sin visitarlo, no te esperas lo que te vas a encontrar y todos los datos que tiene NACHO metidos en la cabeza, todo un personaje) y posteriormente a un pincho en su bodega, ah¡¡ y tuvo un detallito con los niños y con los mayores tb. En fin super pendiente de todo y disponible en cualquier momento. El pueblo es muy pequeño pero tiene un bar que a la vez es un museo de whisky que se pone los domingos hasta los topes. En fin que lo recomiendo encarecidamente, sólo por lo bien que nos trató Jose ya merece la pena.