Nos costó un poco llegar al alojamiento por lo empinadas que son las calles, recomiendo ir con un coche con buen motor, ya que la subida es considerable, pero sin duda la estancia allí merece la pena. El dueño muy simpático nos ayudó el primer día en la entrada. Para bajar al centro de Funchal también se puede ir en autobús, ya que hay una parada cercana de la línea 29 al final de la calle cortada, siguiendo el camino y bajando unas escaleras (ojo, porque la parada de autobús que hay al inicio de la calle por la que se accede en coche al alojamiento no es la que está operativa actualmente).
La finca donde está el alojamiento es preciosa, muy bien distribuida para dar a cada casita su intimidad, rodeada de una vegetación y unas hortensias exuberantes, entre otras plantas y arboles frutales y dispone de zonas de aparcamiento.
La casita (Tilia) está muy bien distribuida, equipada con lo básico necesario y las habitaciones muy cómodas. La posibilidad de levantarse con la vista del mar al fondo y desayunar en el exterior de la casita con la tranquilidad del lugar y el canto de los pájaros ha sido muy relajante.
Sin duda volvería.